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Cómo fidelizar a un cliente

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Si una empresa no vende, no hay empresa. Esto es de cajón. Dicho de otra manera, el cliente es el centro de todo y sin él, no hay empresa.

Las ventas son la gasolina o el oxígeno de las empresas. Hay que venden si o si, y para ello, además de tener un buen producto o servicio y llegar al cliente, hay mantenerlo, hay que fidelizarlo.

A una empresa, y sobre todo a una PYME, le cuesta mucho conseguir un cliente, por lo que, una vez captado, no lo quiere perder. Así es como se explica llanamente la importancia de la fidelización: Mantener al cliente en cartera.

Por tanto, toda la empresa, toda, y no solo la parte comercial, debe estar orientada hacia ese fin: el cliente, y a fidelizarlo o mantenerlo. El cliente debe ser el centro alrededor del cual se mueva todo. Cubrir sus necesidades y expectativas y obtener su satisfacción es primordial para conseguir una buena fidelización.

Conseguir un cliente fiel es asegurarse que vuelva a comprar nuestros productos o servicios, que los recomiende y conseguir que no se decante por nuestra competencia. Pero, a menudo, las empresas destinan más sus esfuerzos en atraer nueva clientela y se olvidan de la importancia que tiene la fidelización, aun cuando el coste de captación de un cliente es normalmente superior a lo que cuesta mantenerlo, al coste de fidelizarlo.

¿Y cómo se logra?

En algún sitio he leído que la esencia de la fidelización de clientes es de sentido común y, personalmente, creo que es una afirmación que no se aleja mucho de la realidad. En muchas ocasiones, pequeñas acciones de cara al cliente logran grandes cosas.

No obstante, lo primordial es tener instaurada dentro de las empresas una verdadera cultura de servicio al cliente en todos sus departamentos y procesos. Hay que invertir, buscar talento, formar, trabajar… con el único fin de la satisfacción del cliente. Hay que crear estrategias. acciones y atenciones que le creen una “dependencia” para que siga comprando y se convierta en cliente habitual.

Aportamos algunas ideas para fidelizar clientes:

  1. Estar siempre orientados hacia la calidad y el cliente.
  2. Identificar al cliente ideal y ofrecer siempre lo que el cliente busca y desea.
  3. Monitorizar el comportamiento de los consumidores: qué compran, con qué frecuencia, cuánto gastan, etc. Esta información es muy importante para diseñar la estrategia de fidelización.
  4. Crear una cultura verdaderamente centrada en el cliente tal y como ya hemos comentado.
  5. Mantener un contacto permanente con los clientes: Generar empatía. Construir relaciones a largo plazo y no enfocarse solo en la primera venta.
  6. Disponer de un servicio de atención al cliente eficaz y cercano que consiga que el cliente se sienta satisfecho.
  7. Exceder siempre las expectativas: Entregar más de lo acordado y demostrar gratitud.
  8. Construir una comunidad alrededor de nuestro producto, servicio o marca a través de las redes sociales con contenidos de calidad.
  9. Realizar una atención personalizada: Que la comunicación fluya y que el cliente se sienta bien tratado.
  10. Poner en marcha planes que recompensen la fidelidad. La idea es premiar la continuidad del cliente y que se perciba que el interés por ellos.
  11. Aplicar precios especiales.
  12. Elaborar newsletters, emailing, eventos, etc. con el objetivo de mantener al cliente informado de las últimas novedades: información, mejoras, descuentos, ofertas, etc.
  13. Sacar provecho de los errores realizados a través de las soluciones aportadas. Un error puede ser una gran oportunidad para demostrar nuestro compromiso.
  14. Conocer mejor al cliente: Saber qué quieren y cómo lo quieren. Interactuar para conocer sus necesidades, expectativas, consejos y sugerencias… e implementarlas.
  15. Tratar los datos obtenidos de nuestros clientes con honestidad y responsabilidad: Trasparencia real en los aspectos legales y de protección de datos.
  16. Y, por último, trabajar en la motivación del equipo. Un buen ambiente redunda en una mayor satisfacción de los clientes.

La obligada digitalización en las empresas

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“El cliente debe estar siempre en el centro de nuestros pensamientos. Es el que marca el paso de las empresas con sus demandas y preferencias”.

La digitalización es un paso obligado para todas aquellas empresas que quieran seguir compitiendo en el mercado actual. Un mercado en el que cada vez más usuarios utilizan de manera habitual y continua las redes sociales y las conexiones digitales para realizar sus compras, para comunicarse, para expresarse, para compartir, para opinar sobre ideas, etc.

Estos usuarios, o lo que importa a las empresas, sus clientes, demandan con sus hábitos que las organizaciones se adapten a los nuevos tiempos digitales.

El no hacerlo supone perder el tren de la competitividad y seguidamente, perder el mercado. Intentar nadar a contracorriente en un mundo dominado por las nuevas tecnologías es firmar una sentencia de muerte para cualquier negocio.

La digitalización no se soluciona con crear una buena página web o una tienda online. La digitalización supone implementar soluciones tecnológicas que mejoren nuestra  eficiencia, pero además, implica también rediseñar los productos o servicios, los modelos de negocio, los canales de venta, etc. En definitiva, supone rediseñar nuestra cultura empresarial.

La digitalización es el cambio en la cultura organizativa empresarial a través de la tecnología, y debe realizarse con la participación de todos los integrantes de la empresa: El cambio debe provenir de las personas.

Es un proceso donde, aparte de la introducción de las nuevas tecnologías digitales, hay que transformar también los puestos tradicionales para adaptarlos a ese nuevo entorno y a las nuevas áreas de conocimiento: big data, redes sociales, ecommerce, la robótica, la inteligencia artificial, etc. Es principal, por tanto, evaluar el talento y las competencias de los profesionales que integran nuestra organización.

¿Y para qué? Para no quedar desfasados. Para seguir siendo competitivos, para crecer, para mejorar la experiencia de nuestros clientes con el objetivo de comprender sus patrones de consumo que permitan desarrollar productos o soluciones más personalizadas, para mejorar las relaciones con proveedores o con empleados, y además, para mejorar y facilitar la toma de decisiones a nivel directivo.

El problema: la gran resistencia al cambio que genera este tipo de transformaciones en las empresas. Por ese motivo, es importante convertir el proceso de transformación digital en una prioridad, dedicando tiempo, recursos y esfuerzo a elaborar un plan y a ejecutarlo. Para ello será necesario que exista liderazgo y también, que exista la participación de todos los integrantes de la organización.

La obligada decisión de las empresas: Reinventarse o morir

 

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Una buena idea de negocio, un buen producto o servicio, mucho trabajo, dedicación y esfuerzo. Esto es la base de que una empresa perdure en el tiempo. Pero el éxito prolongado no está nunca garantizado porqué el mercado y el consumidor cambian, y las empresas deben saber también cambiar para para seguir manteniéndose en el mercado.

El mercado y el consumidor es siempre el que manda. Las empresas están siempre expuestas a los cambios, y es necesario, por no decir imprescindible, anticiparse a esos cambios y adaptarse a las nuevas coyunturas: Dicho de otra manera: Hay que reinventarse continuamente para no quedarse atrás.

Saber detectar  estos cambios en el mercado y en el comportamiento de los consumidores es esencial  para que una compañía pueda mantenerse y crecer en el tiempo.

¿Y cómo?

Las cosas funcionan hasta que dejan de hacerlo, y muchas veces no hay vuelta atrás. El cliente es siempre el que marca el paso y las empresas no pueden ir contracorriente. Por mucho que nuestro modelo de negocio haya funcionado siempre bien, debemos trabajar en su trasformación enfocándolo y adaptándolo a las nuevas necesidades, explorando nuevos campos, nuevas técnicas, mejor tecnología, otros productos o mercados, etc., y siempre ofreciendo un valor añadido a los clientes que nos diferencie de la competencia. Esto es vital para afrontar el futuro.

Y no pensemos que los cambios que se deben hacer son siempre radicales. Hay muchos casos en los que los conocimientos que tenemos del mercado y del producto y que han sido adquiridos a lo largo del tiempo son muy aprovechables si se sabe adaptar a los momentos actuales. Otras veces, está claro, no hay más remedio que acometer profundas trasformaciones para conseguir situarse de nuevo.

Y no hay que olvidar que todos los sectores son, de una manera u otra, vulnerables a estos cambios y hay muchos proyectos que no pueden evitar quedarse desfasados y por tanto, acercarse a su posible final. Ejemplos tenemos muchos: Sectores como las salas de cine, los videoclubs, la fotografía analógica, las imprentas, la prensa escrita… han sufrido altamente estos cambios del consumidor.

El cambio obligado por la era digital actual

En los tiempos actuales en los que nos movemos la trasformación digital ha pasado a jugar un papel altamente decisivo. Todo lo digital está cada vez más presente en nuestras vidas y está provocando verdaderos cambios en nuestro comportamiento y en el comportamiento de consumo de los usuarios. Podemos afirmar que realmente lo está cambiando todo.

Las nuevas tecnologías pueden servirnos de gran ayuda para abrir múltiples posibilidades y nuevos canales de venta o comunicación. Por ese motivo, hay que adaptarse a estos nuevos tiempos y disponer de los medios tecnológicos necesarios para que nuestros productos o servicios sean visibles, y lo que es más importante, conseguir que el  cliente los demande.

¿Y cuándo lo hacemos?

Pues ya se ha dicho y por tanto, la respuesta es clara: Constantemente. Es un proceso continuo que debe acometerse de manera constante. Y si no es así, o no se ha hecho nunca: hay que hacerlo cuanto antes y no esperar a que sea demasiado tarde. Siempre hay posibilidades de reinventarse si se consigue aportar nuevo valores al cliente.

Lo que nunca hay que hacer es tirar la toalla: Hay que reinventarse y no morir.